Finaliza esta Semana Santa tan extraña y dolorosa. Siempre dolorosa. Se escapa en silencio, sin rozaduras en los pies por esos zapatos, de las ocasiones especiales, que permanecen ocultos y relucientes en el armario, sin tener que quitarle durante este Domingo de Pascua esos goterones de cera más duros que el cemento. Una semana donde cada día ha tenido un mínimo de 200 horas y donde la redifusión de las procesiones ha sido el único asidero al que agarrarse para evitar caer en una depresión nostálgica de lo que pudo ser y no ha sido. Y todavía queda que pasemos encerrados la Feria. Palabras mayores. O no. Porque mientras haya salud, nos quedan muchas primaveras por vivir y disfrutar. El vaso del confinamiento siempre medio lleno. A mitad de la Semana Grande de Sevilla, nos desayunábamos con el ERTE que el Sevilla Fútbol Club había presentado para "soportar esta grave situación y contribuir a la viabilidad y sostenibilidad económica de la entidad". La SAD se ponía por delante del equipo que lleva el nombre de la ciudad. Nada que objetar. Bueno, un poco sí.

poco sí.Porque jugar a la demagogia de que un club de fútbol no puede o no debe aplicar un ERTE, toda vez que la organizadora de su torneo principal, LaLiga, ha realizado dicha recomendación, no va conmigo. Principalmente, por la crisis que azota a todos los sectores económicos del país (y fuera de él) y donde las empresas más importantes (el Sevilla es una de las mayores de Andalucía) deben optar por ser conservadoras y medir el céntimo. La responsabilidad del gestor es asegurar el futuro de cualquier compañía cuando se avecina un terremoto. Y éste es de los que va a tirar empresas a cascoporro. Incluso en el propio fútbol, aunque pagarán el pato los clubes modestos, como por lo visto lo van hacer en este caso los empleados rasos del Sevilla, uno de las pocas entidades del fútbol nacional que no ha asegurado (aún no están cerradas las decisiones globales del ERTE) que sus empleados no pierdan poder adquisitivo con este expediente temporal regulador de empleo. Se ha comunicado que 360 empleados se verán afectados. Muchas familias a la que la incertidumbre general del país les pasará la misma factura que a todos, por mucho que pudiesen pensar que estaban protegidos por el paraguas del fútbol, ese que sí ha tapado a los trabajadores del Atlético, Barcelona, Betis, Real Sociedad, Valladolid, Levante... Y seguro que me dejo otros por el camino.

¿Por qué el Sevilla no ha llegado a un acuerdo con los jugadores contando con salvaguardar el trabajo o los ingresos de sus empleados? A esta pregunta deberá responder la autoridad pertinente del Sevilla (su presidente). Un plan ideado por los hombres que más peso llevan en el sello empresarial dentro de la entidad, encabezados por José María Cruz, y con los votos favorables de ese Consejo de Administración que se abrazó sin disimulo en el Gran Pacto, cacareado hasta más no poder el mes previo a la Junta de Accionistas. Ya nadie tosía a nadie. Se acabó la oposición. Colocar el 1% de los ingresos (antes del Covid-19 eran aproximadamente de 215 millones) como remuneración de la directiva fue un juego de niños, además de esos dividendos que van en más de un 70% al bolsillo de los accionistas, incluso metiendo la mano en la caja de los Fondos Propios de la entidad, es decir, por encima del beneficio del curso, con tal de que el reparto fuese generoso. Se trata de poner los números encima de la mesa y no perder la perspectiva. No es mezclar ERTE con dividendos cuando no tienen nada que ver. En el mundo siempre hubo clases. El inversor y el currito. Y el beneficio normalmente ha caído siempre del mismo lado.

Decía que extrañaba que el presidente no hubiese salido a dar la cara (imagino que esta semana que llega será su momento) y explicar los motivos por los que el saneado Sevilla no le ha hincado un pelín más el diente a los salarios de sus más que bien pagados futbolistas para que la persona que corta el césped, el que entrena a los infantiles o el que vende las entradas en la taquilla no se viese afectada salvando sus nóminas íntegramente. Con muchos ejemplos dentro del sector. Quizás la argumentación vaya porque el club va un paso por delante y se deja de romanticismos para estar mejor preparado por si el golpe es incluso más importante de lo que se aventura. Sinceramente, me sabría a poco. Cualquier argumento es defendible y repito que lo lógico es que la mayoría de las empresas apliquen un ERTE. De todos los sectores. Todos nos estamos viendo afectados. TODOS.

El privilegiado mundo del fútbol y sus artistas, los futbolistas, son los primeros que debieran dar esa lección de que la solidaridad no es un hashtag molón para tus seguidores de Instagram, sino proteger a ese trabajador anónimo que te ayuda a diario. Y si el club no se ha enterado, que se lo hagan saber. Que se van de rositas hasta en las derrotas. No vivimos en ese lugar que ya adelantaron (nuevamente) los Simpson con una frase genial de Homer: "¡Qué bien! Soy un hombre mágico, del país feliz, de la casa de gominola en la calle de la piruleta". Siempre se puede hacer más. Y dar ejemplo. TODOS. El Sevilla está a tiempo de rectificar y apoyar a los suyos sufragando ese 30% que pierden en sus nóminas, cuanto no más. Está encima de la mesa. No es tarde. Que después se pide máxima implicación y el primer empujón en las malas llega de los que capitanean el barco. Hay cruces en la imagen y en el sentido de pertenencia que pesan más que la inmaculada cuenta de resultados.